1.11.10

Mi primera O.-

En Resistencia, la capital de Chaco, hay una panadería. Si, una panadería que siempre llamó mi atención. No cualquier panadería. En ella habían anillitos y palitos de anís. Su nombre es "La primera". Está en la esquina de la casa de mi abuela, mi abuela materna. Ahora, la casa se alquila y ella vive en el cielo. En el cielo es donde a veces yo me siento a pensar. Pensar, pensar, pensar. Pensar como aquella vez cuando tenía 8 años. Hace exactamente 13 años atrás. Pensaba que el nombre de esa panadería era "La primera O". Si, una "o". No un "o" (cero), sino una "o". Lo pensaba, porque en su dibujito, como yo lo llamaba al logo, era un círculo rojo con algún otro color que ahora no importa y en el centro, sí, creo que en el centro decía "La Primera". Ese círculo era una O para mí.
Se preguntarán, por qué en este momento de mi vida me pongo a escribir sobre aquella panadería chaqueña, situada en la calle Córdoba, quizás por la provincia argentina, quizás, o también puede ser por el lugar Córdoba de España. Volviendo a la pregunta que está torturando su cabeza, esa panadería me remite a una cosa tan especial de mi vida. No sólo mi infancia. Es esa O, esa primera O. Hubo alguna vez otra O en mi vida, quizás dos. Pero podríamos decir que es "La primera O" más hermosa y rica de mi vida. ¿Existe eso? ¿Se puede calificar a una letra, la más insulsa del abecedario, con adjetivos? ¿Se puede otorgarle amor a una letra? ¿Se puede llorar por aquella letra? Una simple O. La más simple de todas. La más hermosa de todas. La más rica, por ser dulce.
Probé otras letras. Incluso otras O. Ninguna como ella. Ninguna. Ninguna más especial proveniente de otro lugar. Pero la O de la que estoy hablando, la primera especial no es de Resistencia. No. No viene del norte. No. El norte es muy lindo. Si no fuera por el norte, no hubiera probado jamás esta O. No.
Hace mucho que no voy a Resistencia. Hace mucho que no voy a La Primera. La primera O como yo la decía. Pero no es que no quiera, sino que ya no necesito. No lo necesito, porque me dí cuenta que La Primera O, está a 40 cuadras de lo que hoy es mi casa. Y no está en la calle Córdoba  y Pellegrini como en esa ciudad resistente.
La primera O que me hizo tan feliz.
La primera O que me hizo volver al cielo. Pero no para pensar. Para volar. Para sentir. Para llorar de vez en cuando. Para ser feliz.
La primera O.

La primera O, sin dudas.


Sos vos.


(Dedicado a mi corazón que se llenó de bastoncitos y anillitos de anís con azúcar impalpable. Gracias a La Primera O.)
(Mi primera O)
(Dedicado a la primera O, de Octavio)